23 agosto 2009

34. Sin título

Me niego a reírme, por muchas ganas que me entren. Debería llorar, patalear entre mocos y babas, pero no lo consigo. Sólo puedo reír hasta que se me saltan las lágrimas, hasta que llego a creer que el estómago me va a estallar. En el fondo, estos días han sido divertidos, sucios y pringosos, pero divertidos.

Últimamente maquino demasiado. Hacía tiempo que no lo hacía. Pienso en lo frío que seré cuando ya no ría más, cuando me vaya despacito mientras crees que todo está bien. Pienso en caramelos, en piruletas de muchos sabores, productos sustitutivos del supuesto alimento que debería nutrirme y que he debido perder al fondo de la nevera. Pienso en los dramas, en las prioridades, en los agobios. Pienso en gatitos abandonados, mojados y constipados. Pienso en las adicciones, en el mono que se diluye, porque quizá siempre estuvo envuelto en almíbar, demasiado dulce para llegar al verdadero sabor del fruto.

Las (nuestras) canciones están cambiado de significado. Tengo miedo.

15 agosto 2009

33. Uno de ellos

Él, que hacía años que había construido su coraza, se sintió solo entre tanta gente. Hubiera matado por ser cualquiera de ellos, a pesar de lo que todo eso conllevaba. En cambio, para no echarse a llorar o para no quedarse agazapado y escondido bajo aquélla cama prestada, reforzó las paredes de su refugio con miradas de superioridad, sonrisas de medio lado y movimientos de cabeza, de un lado a otro.

Lo efímero, lo accesorio, lo transitorio, lo irreal. Sabía que todo aquello era así, no porque ya lo hubiera vivido, sino porque sí podía mirar desde más arriba, porque sí creía conocer el verdadero significado de aquellas palabras que se repetían una y otra vez, en voz alta, incluso se cantaban y escribían. Como siempre, creía saberlo todo, pero, pobre de él, no sabía nada. No sabía que él sonreiría como un idiota entre abrazo y abrazo, entre te quieros y cuídates. No sabía que los besos largos y las palmadas en la espalda, por muy falsas que fuesen, dejaban un sabor tan bueno, tan dulce, incluso horas y días después. Sí, formaba parte de aquello, más o menos, a destiempo, quizá demasiado tarde, pero él estaba dentro.

Sin embargo, también como siempre, su fingido estatus, aquél que le permitía mantenerse en pie, no le dejará admitir una verdad tan contradictoria: que les va a echar de menos; que él debería haber sido uno de ellos.

13 agosto 2009

32. Vodka

[perdón por las faltas de coherencia/ortografía (más allá de mis errores comunes)]

Hoy publico algo etílico. Siempre, cuando voy borracho, pienso en cosas que podría publicar. Hoy lo hago. Estoy en Londres. Son las 4.12 de la mañana y mañana me tengo que levantar a las 8.15 de la mañana. Éstas son mis conclusiones cosas aprendidas de hoy:

- A todo el mundo no le puedes caer bien
- La gente puede mentirte
- ¿Qué es ser loca?- Uno, dos, incluso tres personas son las afines a tu inteligencia, más allá de borracheras yamores fingidos. Es increible que te siga molestando no acer bien a la gente. Da igual que C. te diga que no eres su amigo. Da igual que A. , la chica que gorjea mueva los dedos. Soy cool. Vivo en Madrid. Molo. Mil. Molo mil y, a pesar de ser inferior a mucha gente, a pesar de tener a amigos que no me los merezco, soy el mejor (junto con A. y G. de los que estoy aquí)
- Sigo escribiendo mal, pero me la pela
- Hoy me acuerdo de mis verdaderos amigos, de los que creía que eran mis amigos, de los que su orgullo hace que sigan leyendo este blog exclusivo, pero que todavía no me hayan preguntado por tuenti que qué tal me va (sí, va por ti, tranquilA [femenino])
- Las comillas, acuérdate de las comillas. A. no te ha querido decir a quién caes mal.
- Acuérdate también de las locas. Mañana dile que no, pugna por tu masculinidad.
- Eres superior, jodidamente superior, a pesar de que eches de menos a gente o, al menos, sus comentarios a través de fb/msn

05 agosto 2009

31. Y caigo


La mayoría de la gente no sabe que es tu primera vez. Te da vergüenza contarlo, porque tienes miedo a que te tilden de chico pobre del extrarradio o de chavalín que va de cool pero no conoce mundo. Las manos te sudan. Agarras con fuerza el libro y te aseguras de que el cinturón está bien sujeto. Despegas. Esto no sube, esto no sube, esto no sube. Al final lo hace. Tras dos horas de vuelo, el avión comienza a aterrizar. Para dar la vuelta, gira sobre su propio eje y se inclina hacia la derecha. Tu cuerpo cae sobre la pared y por la ventanilla ves como desciendes. En ese momento piensas que vas a morir, porque la estructura del avión no puede tener más de medio metro y no va a poder aguantar tu peso. Sin embargo, esa pared, tan minúscula, tan insignificante, es lo que te mantiene vivo, lo que evita que caigas al vacío y mueras estampado contra el suelo o ahogado en el mar.

Creo que esa pared se ha esfumado y yo he comenzado a descender.

Y caigo, y caigo, y caigo...