01 marzo 2010
31 diciembre 2009
38. Mi regalo de Navidad
18 diciembre 2009
37. Segundo round
11 octubre 2009
36. Bienvenido
19 septiembre 2009
35. Hoy
Hoy, el despertador ha sonado a las 10 porque los viernes no tengo clase. He desayunado zumo de naranja y un paquete de Oreo. Me he duchado y he revisado Facebook y el correo. Me he vestido. Me he puesto la camisa blanca de cuadros, la rebeca negra, los pitillos de Bershka y los zapatitos ingleses. He cogido el bus a las 11.15 y he llegado a Avenida de América a menos veinte. En Tribunal me he encontrado con Antonio. Llevaba casi un año sin verle. Me ha dicho que en diez días se le acaba su contrato con Radio 3 y hemos recordado a San Frutos y los pisos feos. Me he bajado en Plaza de España, pero había quedado con Leti en Banco de España. He cogido un bus para bajar Gran Vía. Hemos ido a la exposición de Annie Leivobitz. No me ha gustado demasiado, aunque sus hijas son monérrimas. He comido en Rodilla, un sándwich de champiñones y anchoas, otro de atún y maíz y un croissant vegetal. He cogido el tren en Sol, me he bajado en Nuevos Ministerios, he ido hasta Colombia y de ahí a Duque de Pastrana. He llegado a trabajar diez minutos antes. He vagueado bastante, como siempre. Me he tomado dos capuchinos. He salido de trabajar a las 7 y a las 8 he quedado con Silvia, Emma y Sara. Luego, han venido Ester y Alberto. Hemos ido al De fábula, y he tomado dos cañas con limón, una de bravas y una de pollo con pimientos. Alberto me ha bajado a casa. He llegado a las 23.45. En diez minutos, me iré a dormir.
Ésta es la única forma que tengo para no escribir sobre ti hoy. Feliz Noche en Blanco.
23 agosto 2009
34. Sin título
15 agosto 2009
33. Uno de ellos
Él, que hacía años que había construido su coraza, se sintió solo entre tanta gente. Hubiera matado por ser cualquiera de ellos, a pesar de lo que todo eso conllevaba. En cambio, para no echarse a llorar o para no quedarse agazapado y escondido bajo aquélla cama prestada, reforzó las paredes de su refugio con miradas de superioridad, sonrisas de medio lado y movimientos de cabeza, de un lado a otro.
Lo efímero, lo accesorio, lo transitorio, lo irreal. Sabía que todo aquello era así, no porque ya lo hubiera vivido, sino porque sí podía mirar desde más arriba, porque sí creía conocer el verdadero significado de aquellas palabras que se repetían una y otra vez, en voz alta, incluso se cantaban y escribían. Como siempre, creía saberlo todo, pero, pobre de él, no sabía nada. No sabía que él sonreiría como un idiota entre abrazo y abrazo, entre te quieros y cuídates. No sabía que los besos largos y las palmadas en la espalda, por muy falsas que fuesen, dejaban un sabor tan bueno, tan dulce, incluso horas y días después. Sí, formaba parte de aquello, más o menos, a destiempo, quizá demasiado tarde, pero él estaba dentro.
Sin embargo, también como siempre, su fingido estatus, aquél que le permitía mantenerse en pie, no le dejará admitir una verdad tan contradictoria: que les va a echar de menos; que él debería haber sido uno de ellos.