10 abril 2009

10. Pecados

Me pregunto si a todo el mundo le pasará lo mismo. Me pregunto si en los métodos tradicionales de interacción sexual y afectiva rigen las mismas normas. Me pregunto si todo el mundo, antes de irse a dormir, compara la pesadez de sus párpados con el desánimo de saber que han vuelto a perder un día de sus vidas.

Estamos en Semana Santa y, estos días, he pecado de múltiples formas. He mandado un e-mail pésimamente redactado pidiendo explicaciones a alguien que no me las debe. Me he creado dos perfiles, que, aunque tienen textos de los que me enamoraría, han perdido mi seña de identidad, aquélla con la que pensaba que era superior. Me he sentido poco querido, poco valorado y feo. He buscado, rebuscado y rogado, mostrando la más desesperada y patética de mis caras. 

No sé qué me pasa, en serio. Hoy he hablado de sexo en exteriores, de óperas, del sentido metafísico del término “gente”, de la Nouvelle Vague, de la bisexualidad, de Marisol, de hazteoir, de las lágrimas motivadas por la plenitud y la belleza. Hoy he tonteado con un alternativo rubio y depravado y me he contado secretos con un gaditano que estudia dos carreras. Sin embargo, ahora, justo antes de irme a dormir, no me siento mucho mejor que cualquiera que haya comentado la actuación del Barça en la Champions o se haya lamentado de que el de ‘Los hombres de Paco’ haga de gay en ‘Mentiras y gordas’. No importan los temas a tratar; la sensación de vacío, de cansancio y de hastío sigue siendo la misma.

Lo más curioso es que el malestar ya habrá pasado al despertarme. Mañana me levantaré tarde y, una vez comido y despejado, volveré a cometer la misma secuencia de errores que me dejan KO cada noche a las dos de la madrugada. No hay solución posible, el proceso ya es imparable y va a ser tremendamente difícil frenarlo sin ayuda de nadie. Por eso creo que lo mejor es dormir y plantearme, ya mañana, si debería ir a desintoxicarme.

Buenas noches. 

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