23 agosto 2009

34. Sin título

Me niego a reírme, por muchas ganas que me entren. Debería llorar, patalear entre mocos y babas, pero no lo consigo. Sólo puedo reír hasta que se me saltan las lágrimas, hasta que llego a creer que el estómago me va a estallar. En el fondo, estos días han sido divertidos, sucios y pringosos, pero divertidos.

Últimamente maquino demasiado. Hacía tiempo que no lo hacía. Pienso en lo frío que seré cuando ya no ría más, cuando me vaya despacito mientras crees que todo está bien. Pienso en caramelos, en piruletas de muchos sabores, productos sustitutivos del supuesto alimento que debería nutrirme y que he debido perder al fondo de la nevera. Pienso en los dramas, en las prioridades, en los agobios. Pienso en gatitos abandonados, mojados y constipados. Pienso en las adicciones, en el mono que se diluye, porque quizá siempre estuvo envuelto en almíbar, demasiado dulce para llegar al verdadero sabor del fruto.

Las (nuestras) canciones están cambiado de significado. Tengo miedo.

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